Salvamentos
arqueológicos en Azcapotzalco
Susana Lam García
Arqueología mexicana
“Salvamentos
arqueológicos en Azcapotzalco”, Arqueología Mexicana núm.
136, pp. 38-45.
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completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar:
Se ofrece una breve revisión de las excavaciones y los
hallazgos arqueológicos más relevantes recuperados en el área que ocupó el
señorío de Azcapotzalco. Ésta se ha podido investigar en años recientes gracias
a proyectos de salvamento arqueológico, que si bien fragmentarios, dado que se
restringen a predios o a trayectos afectados por obras públicas, ofrecen la
posibilidad de mostrar la importancia que tuvo ese lugar en el desarrollo de la
Cuenca de México.
En este breve recorrido se
muestra no sólo la enorme riqueza arqueológica con la que cuenta Azcapotzalco,
sino también la importancia de intervenir arqueológicamente antes de la
realización de cualquier obra de infraestructura. En ese sentido, Azcapotzalco
ocupa el tercer lugar entre las demarcaciones en las que se realizan el mayor
número de obras, para lo cual la Dirección de Salvamento Arqueológico no tiene
competencia; sin embargo, sí la tiene para recuperar y salvar los datos que por
estas obras pudieran perderse.
PLEISTOCENO
Durante la construcción de la línea 6 del Metro, sobre
la avenida Parque Vía, entre las calles de Tierra Colorada y Ahuehuetes, se
detectaron evidencias del periodo Pleistoceno, correspondientes a restos de
nueve especímenes de mamut, a una profundidad de entre 5 y 7 m, con una
antigüedad de 28 000 años, de los cuales sólo tres fueron recuperados; uno de
estos especímenes adulto (Archidiskodon imperator) por su buen
estado de conservación, se encuentra expuesto en la estación Talismán de la
línea 4 del Metro.
Asimismo, en la estación
Tezozómoc se rescató una mandíbula inferior de caballo (Equus
conversidens) y en la de Azcapotzalco a 7.50 m de profundidad, restos de
bisonte americano (Bison bison), con una antigüedad de 20 000 años.
PRECLÁSICO
Azcapotzalco se ubica al oeste de la Cuenca de México,
sobre un relieve plano, de suelos arcillosos y fértiles, cerca de los ríos de
Los Remedios, Hondo y Atizapán, que a su vez irrigaban a varios arroyos que
circundaban la región.
La historia de este
asentamiento según las investigaciones realizadas hasta el momento inicia en el
Preclásico, en la fase Zacatenco (800 a.C. a 400 d.C.), particularmente en el área
de San Miguel Amantla, al surponiente de Azcapotzalco. Ahí, a partir de la
construcción de la línea 7 del Metro, se estableció la presencia de una aldea
que subsistía gracias a los recursos que podía obtener de su entorno, y que
debió corresponder a una planicie aluvial, conformada por la deposición de
materiales (arcillas y arenas) acumulados durante las crecidas de los ríos.
Durante la fase
Ticomán (400 a.C.-1 d.C.), en el área suroccidental de la Cuenca de
México se dio el abandono de diversos sitios de la fase Zacatenco, y hubo una
tendencia generalizada a la centralización en torno a sitios grandes, con
arquitectura pública, que fungirían como centros políticos y económicos:
Cuicuilco, Tlatilco y El Arbolillo. Para este momento, San Miguel Amantla era
una localidad subsidiaria de Cuicuilco, cuya persistencia pudo deberse a que
fue un sitio productor de cerámica. Los materiales recuperados de esta fase han
permitido interpretar la actividad ceramista del sitio gracias a las
excavaciones arqueológicas en la línea 7 del Metro y en el sitio de La
Escuadra; se localizaron también navajas y alisadores manufacturados en asta o
huesos largos (Castillo, Córdoba y García, 1993).
CLÁSICO
Desde principios del siglo XX, San Miguel Amantla ha
sido uno de los barrios con mayor exploración arqueológica, con gran cantidad
de ladrilleras y tierras de cultivo que han favorecido la recuperación fortuita
de hallazgos arqueológicos; de ahí que investigadores como Manuel Gamio (1911),
Alfred Tozzer (1921), George Vaillant (1934) y Laurette Séjourné (1957)
mostraran su interés en dicho lugar y áreas circunvecinas.
Esta situación, y la
oportunidad de intervenir en diferentes predios en los que se realizarían obras
nuevas, ha propiciado que investigadores de la Dirección de Salvamento
Arqueológico lleven a cabo la exploración de un sitio teotihuacano del Clásico
(100-750 d.C.), en el área conformada por los barrios de San Miguel Amantla,
Santiago Ahuizotla y Santa Lucía Tomatlán, situados al surponiente de
Azcapotzalco, donde se han localizado restos arquitectónicos con
características y funciones diversas.
La primera intervención
arqueológica en ese sitio teotihuacano se efectuó en 1976, en un predio
conocido localmente como Teopanixpa, ubicado frente a la iglesia de San Miguel
Amantla. Se exploraron los vestigios de un conjunto habitacional conformado por
un patio y varios cuartos, con pisos de estuco o apisonados de tierra, mismo
que fue definido como un palacio denominado “Tlalpízac”,
por encontrarse ese nombre en el dintel de la iglesia (Cepeda, 1978).
A menos de 25 m al sur de
este palacio, en lo sitios conocidos como Van Beuren o Rancho las Trancas, se
identificó una extensa zona habitacional conformada alrededor de seis conjuntos
(patios, cuartos y pasillos), el más grande de 30 m². En 2002 se exploró otra
área del mismo predio en la que se recuperaron entierros, ofrendas,
herramientas de obsidiana, objetos de hueso trabajados y materiales cerámicos,
correspondientes a un periodo que va desde 1 a 750 d.C. Todo esto permitió la
identificación de áreas de especialización productiva y la recuperación de
evidencias de relaciones comerciales de Azcapotzalco con sitios circunvecinos,
así como de datos arquitectónicos que permitieron establecer su similitud con
Teotihuacan (García Chávez, 1991).
En 1987, a 110 m al norte de
Van Beuren, en el solar conocido como La Escuadra, fueron registrados restos de
un piso muy destruido y un canal artificial (84 m de largo) con dirección
norte-sur. Estos elementos permitieron inferir que la zona se utilizaba con
fines agrícolas, como basurero y como banco de materiales (arcilla y arena),
actividad asociada a la fabricación de figurillas moldeadas y adobes,
frecuentemente utilizados en las construcciones de Van Beuren y Teopanixpa.
Asimismo, la presencia de
dos hornos de planta circular, construidos con piedra bola y recubrimiento de
arcilla, definió esta área como un barrio de alfareros.
La recuperación y análisis
de otros materiales, como semillas, olotes quemados y huesos de animales como
cánidos, pato, guajolote, perico, tortuga, pecarí y venado, sugieren su
aprovechamiento para el consumo (Córdoba, 1989).
Por otro lado, al interior
de lo que fue la Ex Refinería 18 de Marzo, unos 30 m al sur de Van Beuren, se
recuperaron restos de muros de canto rodado, apisonados de lodo, así como
entierros humanos acompañados de ofrendas de cerámica (cajetes, ollas y
molcajes). Así, se pudo establecer una ampliación del asentamiento
teotihuacano, cuyo principal momento de ocupación abarca las fases Xolalpan y
Metepec (450-750 d.C.) (Castillo, 1994).
A partir de estas
excavaciones, realizadas en diferentes momentos, se ha determinado que las
evidencias exploradas tanto en Van Beuren, Teopanixpa, La Escuadra y la Ex
Refinería 18 de Marzo formaron parte de un importante sitio teotihuacano, con
una fuerte concentración poblacional, elementos y materiales arquitectónicos
similares a los de Teotihuacan; esto puede verse como un claro indicio del
dominio de la metrópoli en la región de la Cuenca de México.
Susana Lam García: Arqueóloga por la
ENAH. Ha trabajado en diversos proyectos de salvamento arqueológico en el
Distrito Federal. En 2008 fue subdirectora de Evaluación y Seguimiento de la
Dirección de Planeación, Evaluación y Seguimiento de la Coordinación Nacional
de Arqueología. Subdirectora de Protección del Patrimonio de la Dirección de
Salvamento Arqueológico.
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