Rebelión,
18-03-2013
La pérdida de memoria que nos persigue y se ha
instaurado como una de las enfermedades más importantes de nuestra época, no es
tan solo aquella a la que la ciencia médica dedica innumerables estudios y
toneladas de papel en revistas especializadas. La desmemoria es también una
práctica que la ideología dominante ejerce sobre millones de seres humanos que
plácidamente consumen la información y los hábitos sin cuestionarse en lo más
mínimo de donde proceden éstos. Es así como se reproducen las versiones, que
ellos, el 1% más rico de la población impone al resto como lo normal, lo
cotidiano. Por ello, no es raro que desde las primeras horas del 8 de marzo, de
éste como desde hace muchos años, sean los medios masivos quienes nos recuerden
la celebración del Día Internacional de la Mujer – así, eliminando la palabra
“trabajadora”- que en la casa, la oficina o la escuela, está ávida de recibir
felicitaciones, flores y regalos en su día; para perpetuar la imagen sumisa y
encantadora que se repite hasta el hartazgo en los programas de revista del duopolio
televisivo en México.
En 1914 se
realizó por primera vez la celebración del Día Internacional de la Mujer
Trabajadora en un día 8 de marzo. Un año después de que Clara Zetkin ante el
Congreso de Mujeres Socialistas en Copenhague propusiera ésta conmemoración
internacional como la bandera a enarbolar por todas las mujeres trabajadoras,
que en aquellos años peleaban por el derecho al voto. Ligándose desde su origen
a la lucha de las trabajadoras por el pleno reconocimiento de sus derechos. Fue
así que un 8 de marzo del año 1917 que dieron inicio las revueltas de mujeres
en las fábricas textiles de Petrogrado, hecho que también desembocaría en la
revolución de Octubre y el primer estado socialista de la historia. Dato
histórico que Televisa difícilmente recordará.
Durante la
quinta y última mesa, “Mujeres en el
combate contra el crimen organizado, el paramilitarismo y la violencia de
Estado”, son María de la comunidad p’urhépecha de Cherán, Michoacán y Nancy
Flores, autora del libro “La farsa detrás
de la guerra contra el narco” y articulista de la revista Contralínea, quienes en la mesa exponen.
Nancy
Flores, quien ha desarrollado una profunda investigación sobre la guerra contra
el narco, nos comparte más de un argumento que nos lleva a pensar –y a dudar-
sobre la legitimidad de las decisiones políticas que en años recientes han
sumido a nuestro país en un baño de sangre, y que parecieran no tener fin. Con
el característico espíritu de todo periodista, Nancy ha desmenuzado una madeja
de omisiones y complicidades, que evidencia a los principales políticos de los
regímenes panistas, como personajes centrales en la gran escenificación teatral
que representa la guerra del gobierno contra el crimen organizado. Con
particular minucia nos describe la forma en que operan las grandes redes de
lavado de dinero, las cuales “misteriosamente”
no han sido tocadas por ninguna instancia judicial en el país. La labor de Nancy
se aleja mucho de ser asunto de interés para el Estado mexicano, pues al igual
que ella, decenas de periodistas denuncian todos los días una realidad, que en
México es cada vez más difícil de ocultar. Y se presenta a nosotros con la
pregunta: ¿Existe en realidad una guerra del Estado contra el crimen organizado?
Nancy arriesga su vida ejerciendo el periodismo en uno de los países más
peligrosos para este oficio.
En su
alocución, María, joven mujer de la comunidad indígena de Cherán K’eri -esposa
y madre- nos relata la manera en que su vida cambió por completo luego de que
su esposo fuera agredido por los tala montes, quienes desde hace años operaban
en la comunidad de manera ilegal con la protección de grupos paramilitares al
servicio del crimen organizado. Con su esposo herido de gravedad por el impacto
de las balas, María tuvo que hacerse cargo de su familia y sobrellevar los
costosos tratamientos de recuperación ante la invalidez que a su marido le
habían provocado las heridas.
Y es que en
el contexto de María se ha privilegiado la corrupción y el libre mercado a
ultranza. Acto seguido, se ha propiciado la devastación de enormes extensiones
de bosque, ya sea para sembrar huertas de aguacate o como actividad ilícita
aprovechada por la corporación del narcotráfico, cuyas áreas de inversión se
extienden en un amplio abanico que va desde la trata de personas, extorsión y
cobro de “cuotas” hasta la
exportación de estupefacientes, el financiamiento de campañas políticas y la
lucrativa tala clandestina, en la cual Michoacán ocupa el primer lugar nacional.
Al año deja ganancias por más de 100 millones de dólares, de los cuales grandes
sumas van para el escritorio de funcionarios corruptos y cuentas de banco en
todo el mundo. Mientras las migajas del negocio sirven para mantener la
histórica pugna entre las comunidades por los recursos forestales que cada año
se reducen dramáticamente. En el afán de lograr sus objetivos, los “empresarios” de la tala clandestina han
eliminado a todos aquellos que se interponen a su gran objetivo.
Por la noche
no todo es oscuridad, en cada rincón de este país brillan con luz propia las
mujeres que han de forjar el mañana. En Cherán K’eri, a más de un año del
gobierno autónomo, se ha logrado reducir la violencia con un sistema de
gobierno comunitario que ha consolidado su propio sistema de autodefensa, lo
cual hubiera sido imposible sin el valor de mujeres como María quienes fueron
las responsables de encender y mantener el fuego de la resistencia. Mientras
que en Guerrero, Adelaida Hernández fue nombrada coordinadora regional de la
CRAC-PC, al mismo tiempo que Paula Silvia fue electa como la primera comandanta
de la Policía Comunitaria.
José Aureliano Buendía. Militante del Partido Obrero Socialista -
Movimiento al Socialismo-México
Ver también:
La histórica
lucha de género en México (I)
Rebelión ha publicado este
artículo con el permiso del autor mediante una licencia
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en otras fuentes.
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