Martes,
26 Marzo 2013
Sin lugar a dudas uno de los problemas más serios
que enfrenta la humanidad en estos momentos es la crisis ecológica, desatada a
su vez por la crisis económica y financiera. Por tanto puede considerarse que
la crisis ecológica tiene poca relación con los problemas naturales y que en
cambio, depende directamente del capital.
Este artículo presenta un
análisis, de forma breve en cuanto a la creación del concepto de Desarrollo Sustentable hasta la forma en
que el materialismo histórico lidia con esta propuesta de desarrollo.
Una importante fuerza en el
movimiento ambiental y que de hecho es utilizada y promovida como forma válida
de desarrollo, definiendo incluso el marco ideológico de muchas de las más
grandes y más influyentes organizaciones de movimientos ambientales, es hoy por
hoy la tesis del desarrollo sustentable.
En 1983, Javier Pérez de
Cuéllar, ex Secretario General de las Naciones Unidas, con base en la
resolución 8 del documento final de la reunión N° 102 de la Asamblea General,
pidió a la entonces primer Ministra de Noruega, Gro Harlem Brundtland, crear
una comisión independiente encargada de las cuestiones ambientales y del
desarrollo, la cual fue conocida como “Comisión
Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo”. Esta comisión publicó en
1987 un estudio que posteriormente alcanzó gran impacto, el informe se llama “Nuestro futuro común”, y es comúnmente
conocido como el “Reporte Brundtland”
(1987). Si bien el reporte indicó que la mala distribución de recursos, la
dependencia económica en combustibles fósiles y el hacinamiento eran los
problemas estructurales del deterioro ecológico global no presentó ninguna
reflexión acerca del sistema causante de este desarrollo no sustentable, y por
lo tanto al omitir ése análisis da por sentado el sistema económico y su
enmarañada estructura que deriva en una gran parte de los problemas ambientales
que enfrentamos hoy en día.
Es importante subrayar que el
reporte propuso y defendió la necesidad de imponer altas tasas de crecimiento
económico, así como la idea de crecimiento como índice de progreso y un esquema
capitalista de economía de mercado liberal, y que consideró que todos los
problemas del medio ambiente podrían ser resueltos dentro de estos marcos.
Estas ideas están siendo “repetidas hasta la saciedad por los
ideólogos del capitalismo de los países desarrollados, así como por economistas
y líderes políticos” (Schoijet, 2002: 182), por lo tanto, podría
considerarse que el reporte más que plantear una ruta alternativa de
crecimiento lo que ofreció fue un respaldo ideológico al crecimiento económico,
con base en una economía neoliberal.
Además de todos estos hechos,
el informe define lo que, desde luego, podría ser considerado como el caballo
de batalla de la Comisión Brundtland, y base de muchos gobiernos y
organizaciones alrededor del mundo, desde Greenpeace al Banco Mundial, ergo, el
concepto de Desarrollo Sustentable, cuya definición establece lo siguiente:
“El desarrollo sustentable es el desarrollo que
satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las
generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.
A decir de Schoijet (2002:
180), el reporte no explica cuáles serían los resultados de la propuesta de
desarrollo, cuales son las necesidades de la generación actual y cuáles serían
las necesidades de las generaciones futuras, y en este sentido, tampoco aclara
cuáles son las condiciones en las que el desarrollo pondría en peligro las
necesidades de las generaciones futuras. Por lo tanto, podría no ser casual,
sino sintomático el hecho de que los gobiernos que permiten o aprueban
políticas ambientales destructivas, no tienen problema alguno en aceptar la
noción de desarrollo sustentable en la forma que es presentada desde su
definición.
Es importante señalar que el
reporte hizo hincapié en la necesidad de un cambio a nivel político y subrayó
que el desarrollo sustentable sólo podría ser alcanzado mediante esfuerzos
gubernamentales comunes. En este sentido y tal como señalaron Brand y
Gorg (2003), los gobiernos no están actuando a consecuencia de problemas
ecológicos concretos, sino debido a la creciente presión política para manejar
los problemas ambientales internacionales, esto conduce a que sean determinados
a través del simbolismo público por los actores sociales (las denominadas
comunidades epistémicas). En los últimos años la necesidad política de cooperación
ha generado una innumerable cantidad de acuerdos ambientales internacionales,
sin embargo, estos acuerdos (aunque concebidos como una herramienta para la
cooperación) no eliminan la competencia entre los Estados nacionales y entre
los diferentes sectores y regiones económicas.
Podría considerarse por tanto,
que la razón por la que no se ha presentado una solución viable a la
degradación ambiental aún después de 20 años de la definición del concepto y de
la creación de muchos acuerdos y tratados ambientales a lo largo de todo este
tiempo, es precisamente porque el concepto ha sido utilizado como herramienta
para instaurar o expandir la economía de mercado, tal y como Leff (2007)
claramente señaló,
El discurso del crecimiento
sustentable busca inscribir las políticas ambientales en las vías de ajuste que
aportaría la economía neoliberal a la solución de los procesos de degradación
ambiental y al uso racional de los recursos ambientales; al mismo tiempo,
responde a la necesidad de legitimar a la economía de mercado. Estas
estrategias de capitalización de la naturaleza han entrado en el discurso
oficial de las políticas ambientales y sus instrumentos legales y
reglamentarios.
Así que, después de considerar
la declaración de Leff, la definición de desarrollo sustentable puede ser vista
desde un punto de vista económico, y por consiguiente puede ser definida como:
el mantenimiento de un stock de recursos y de la calidad ambiental con el fin
de asegurar la satisfacción de las necesidades básicas de las generaciones
actuales y futuras.
Desde allí, se podría suponer
que desde una perspectiva puramente económica, lo que se persigue es la
sustentabilidad del desarrollo y no un desarrollo sustentable.
Materialismo histórico y naturaleza
Marx era materialista, cuya principal contribución
como él mismo solía destacar, residía en el desarrollo de una concepción
materialista de la historia. Pero para Marx la concepción materialista de la
historia estaba destinada a complementar dialécticamente la concepción materialista
de la naturaleza, las cuales en última instancia, conformaban una misma
concepción de la realidad. (Clark/Foster, 2010: 144) Tal como Marx y
Engels subrayaron en La ideología alemana:
Conocemos sólo una ciencia, la ciencia de la
historia. La historia tiene dos perspectivas, a saber, la historia de la
naturaleza y la historia del hombre. Las dos partes, sin embargo, no deben ser
vistas como entidades independientes. Mientras el hombre ha existido, la
naturaleza y el hombre se han afectado mutuamente. (Easton/Guddat, 1997: 408)
Es en este sentido que se
puede decir que el materialismo histórico de Marx incorpora asimismo un
materialismo ecológico.
Para Marx la naturaleza no es
sólo el medio que rodea al hombre, sino que el mismo trabajo es también
naturaleza. Para aclarar este punto es necesario hacer referencia al siguiente
enunciado:
En el proceso de producción,
el hombre, como la naturaleza misma, solo puede transformar la forma de la
materia, más aún, durante el proceso de transformación el hombre depende
de las fuerzas naturales. El trabajo entonces no es la única fuente para la
producción de valores de uso y por tanto de la riqueza material. (Marx, 1985:
57)
Es por eso que subraya
(refiriéndose a la producción de valores de uso), “El trabajo es su padre y la tierra su madre” (Marx, 1985: 58), es
por eso que puede decirse que el trabajo, que funciona como mediación en la
creación –transformación de la materia– de valores de uso, forma parte de la
riqueza humana.
Así, “el instrumento de trabajo universal es la tierra misma, que
proporciona al trabajador el locus standi (su emplazamiento, la tierra
debajo de sus pies) y
el Wirkungsraum (el espacio de influencia) para sus propios y particulares procesos” (Marx, 1985: 195).
Marx hace hincapié en el hecho
de que el trabajo es parte del intercambio metabólico a través del cual el
hombre transforma activamente la naturaleza:
El trabajo es, en primer
lugar, un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso por el cual el
hombre a través de sus propias acciones funciona como el mediador, regulador y
controlador del metabolismo entre él mismo y la naturaleza. Entra en el mundo
material natural como una fuerza misma de la naturaleza. Pone en marcha las
fuerzas naturales que pertenecen a su propio cuerpo, de esta forma, brazos y
piernas, cabeza y manos, son utilizados con el fin de apropiarse de los
materiales de la naturaleza en forma adaptada a sus propias necesidades de
vida. A través de este proceso, el cual es llevado a cabo sobre la naturaleza
exterior y que de esta forma la transforma, se transforma al mismo tiempo su
propia naturaleza. (Marx, 1985: 192)
De acuerdo con Foster (2010)
lo que Marx llama como “producción simple
de mercancías”, es una formación económica idealizada en la cual un
producto, que representa un valor de uso es intercambiado por dinero (el único
medio de la función de cambio), el cual a su vez es intercambiado por otro
producto (un valor de uso alternativo). En este caso, el proceso completo de
canje puede ser definido como M–D–M (Mercancía – Dinero – Mercancía). Este
proceso de intercambio es sólo una forma modificada del canje natural, en la
que el dinero únicamente facilita el intercambio. El objetivo del intercambio
es el valor de uso específico que representa las propiedades cualitativas.
Tales valores de uso son generalmente consumidos, mediante lo cual un proceso
de intercambio llega a su fin.
Marx insistió, sin embargo, en
que una economía capitalista funciona de manera muy diferente en el mundo real:
Se presenta en una forma de intercambio tipo M–D–M’. El capital–dinero (M) se
utiliza para comprar bienes (fuerza de trabajo y medios de producción), los
cuales son utilizados para producir mercancías, que al final se venden por más
dinero (M’, es decir, M + plusvalía). Una vez que se inicia este proceso, no
puede ser detenido a voluntad dado que no tiene un final natural. Sino todo lo
contrario, el valor (ganancia) es reinvertido en la siguiente ronda con la
finalidad de obtener M’’, siguiendo esta lógica en la próxima ronda los
ingresos se reinvertirán para obtener M’’’ y así hasta el infinito.
Para Marx, por lo tanto, el
capital es un valor auto–expandible. Es impulsado constantemente a un grado
cada vez mayor de acumulación y no conoce fronteras. El capital, escribe Marx, “es el impulso desmesurado de sobrepasar sus
límites, así, cada límite debe (y tiene) que ser superado. Se entiende entonces
al capital – como dinero reproduciéndose a sí mismo”. (Marx/Engels, 1974:
252)
De este modo el capital
transforma la totalidad de la naturaleza incluyendo las leyes que la regulan,
así como todo lo que es distintivamente humano, en meros agentes de su propia
auto–expansión. El resultado es un sistema que tiene siempre como objetivo un
crecimiento exponencial de la ganancia y la acumulación. “¡Acumular, acumular! ¡Ese es Moisés y los profetas” (Marx, 1985:
621)
El capitalismo, de acuerdo con
Marx, es un sistema generalizado de producción de mercancías. Antes del
capitalismo existieron otras sociedades en las cuales los mercados de
mercancías jugaron un papel importante, pero sólo con el advenimiento del
capitalismo, se creó un sistema enfocado exclusivamente en la producción de
mercancías.
Para el capital, la naturaleza
es el requisito ineludible para la obtención de un excedente a partir de una
fuerza de trabajo dada, y por tanto, a la materialización de este excedente en
valores de uso vendibles –productos, mercancías– este tratamiento instrumental
de la naturaleza se manifiesta en la forma del valor del tiempo de trabajo, el
cual representado en dinero, constituye la sustancia social de acumulación del
capital. (Burkett, 1999: 215).
En este sentido es conveniente
enfocarnos en lo que se entiende por “producto”
que no es otra cosa que un bien que se produce siempre para ser vendido y
negociado en el mercado con el único fin de obtener ganancias. Es conocido como
“bien” ya que tiene un valor de uso,
es decir, que normalmente tiene un uso práctico, de lo contrario no habría
ninguna necesidad de producirlo, pero es el valor de cambio, porque para
obtener un valor positivo de intercambio en el mercado una mercancía debe ser
al mismo tiempo un valor de uso, se presenta entonces el caso de que nada puede
tener valor de cambio a menos que tenga valor de uso.
Debido a que la naturaleza
siempre contribuye al valor de uso, se da por hecho que la naturaleza y el
valor de uso constituyen condiciones necesarias del valor de cambio, y dado que
el valor de cambio es una forma necesaria de valor –puesto que es una
abstracción del tiempo de trabajo asalariado– puede ser esta la base para el
argumento de que naturaleza y valor de uso son condiciones necesarias de valor
y de acumulación de capital.
Cualquier intento de explicar de dónde viene el valor añadido (o ganancia) debe penetrar más allá de la superficie del proceso de intercambio y entrar en el ámbito del trabajo y la producción. Esto condujo a Marx a considerar que el valor generado en un día de trabajo podría ser dividido en dos partes (Bellamy-Foster, 2010):
Cualquier intento de explicar de dónde viene el valor añadido (o ganancia) debe penetrar más allá de la superficie del proceso de intercambio y entrar en el ámbito del trabajo y la producción. Esto condujo a Marx a considerar que el valor generado en un día de trabajo podría ser dividido en dos partes (Bellamy-Foster, 2010):
1. La parte que reproduce el
valor de la fuerza de trabajo (es decir, los salarios de los trabajadores), por
tanto podría ser considerado como trabajo necesario.
2. La parte restante de la
jornada dedicada al trabajo, lo cual puede considerarse como trabajo excedente
y que es lo que crea el valor añadido para el capitalista.
En este sentido la ganancia es
el resultado del proceso mediante el cual el trabajo se desarrolla más allá de
los límites necesarios – trabajo excedente– para reproducir el valor de la
fuerza de trabajo. Por tanto, la relación de trabajo excedente (trabajo que no
es remunerado al obrero) necesario para pagar la fuerza de trabajo durante la
jornada, es, para Marx, la tasa de explotación.
La lógica de este proceso es
que el aumento en el valor excedente apropiado depende de la explotación
efectiva del trabajo humano. Esto se puede lograr de dos maneras:
1) Obligando a los trabajadores
a trabajar más por el mismo salario, es decir, extender el tiempo de trabajo,
extendiendo también de esta forma, la proporción de trabajo excedente por
jornada laboral. (Lo que Marx denomina como “Plusvalía
Absoluta”).
2) El valor de la fuerza de
trabajo, es decir, el valor de determinado trabajo será generado en menos
tiempo (debido al incremento en la productividad, etc.), de esta forma la
proporción de trabajo excedente por jornada laboral se incrementará en esta
escala. (Lo que Marx denomina como “Plusvalía
Relativa”).
Bajo el sistema de la
producción generalizada de mercancías, la naturaleza, según Marx, fue
considerada por el capital como un obsequio sin costo y así fue despojada. Esto
quiere decir que una parte de la jornada de trabajo sigue pendiente de
pago (el mencionado trabajo excedente) y por tanto, el beneficio neto del
capitalista entra en esa parte del trabajo humano, la “fuerza natural” de la cual el hombre es despojado. De esta forma
tanto la naturaleza como el trabajo no remunerado de los trabajadores se
concibieron como obsequios al capital.
En su incesante búsqueda de
mayor valor, el capitalismo depende siempre de revolucionar los medios de
producción con el objetivo de aumentar la productividad y la reducción de la
parte pagada de la jornada laboral. Esto conduce inevitablemente a más
revoluciones en la producción, y por tanto a ganancias adicionales de
productividad sobre una infinita cinta de Moebius de la producción y la
acumulación. La lógica de la acumulación, en un proceso inversamente
proporcional, concentra cada vez más riqueza y más poder en un menor número de
manos
Conclusión
La crítica de Marx al capitalismo como un sistema
no sustentable de producción, tiene sus raíces en las “condiciones”, es decir, en los fundamentos históricos, a través de
los cuales el capitalismo fue posible como producción. Se trata de la “acumulación
primitiva”, es decir, la expropiación de la tierra a los productores rurales,
expropiando por tanto, a estos trabajadores rurales de sus medios de
subsistencia. Esta expropiación en particular, puso la base para el desarrollo
del capitalismo industrial. La transformación de la tierra en propiedad
privada, en un simple medio para la acumulación, formó al mismo tiempo la base
para la destrucción del metabolismo entre el hombre y la tierra, o lo que es lo
mismo, el metabolismo entre hombre y naturaleza.
Podría considerarse entonces
que las razones por las cuales la mayoría de estados nacionales en el mundo
respaldan el concepto de Desarrollo Sustentable, es porque tal sistema no
amenaza ni desafía de forma alguna las estructuras de privilegio y de reproducción
del capital que el capitalismo impone, y de esta forma los intereses de las
clases dominantes permanecen intactos. La declaración a menudo utilizada por
Marx del manifiesto comunista señala claramente esto. “El poder político, correctamente llamado
así, es sólo el poder organizado de una clase para oprimir a la otra... el
ejecutivo del estado moderno es solamente un comité que maneja los asuntos de
toda la burguesía” (Tucker, 1978).
Es por esta razón que en la
actualidad muchas empresas cortejan hoy a posibles consumidores con propuestas “verdes”, cabe señalar que este tipo de
consumo tiene tras de sí un modo de producción basado en la inversión, y la
inversión es a su vez el motor del capitalismo, por tanto y de acuerdo con
O’Connor (1988) el consumo no es regulado de ninguna manera por los
consumidores sino por el índice del beneficio y acumulación y por los límites
del sistema de crédito. Por tanto es obvio que la naturaleza no se encuentra
regulada por sus mismas leyes, sino por una amalgama de interrelaciones entre
factores económicos y políticos representados por la forma de intercambio tipo
M–D–Mn expuesto, la cual lejos de encontrar un fin, representa hoy
una de las formas más importantes de destrucción social y ambiental y demuestra
que la crisis ecológica es en realidad una crisis del capital. Esta crisis se
encuentra respaldada a su vez por el concepto denominado desarrollo
sustentable, el cual, oculto detrás de una prometedora máscara verde, tiene por
objetivo apoyar la restructuración de una agenda neoliberal.
Marx ofrece una teoría del
capital, del estado, y de la historia, que puede ser utilizada como herramienta
intelectual para encontrar orientación en medio de la actual crisis, En este
sentido, la integración del marxismo en el pensamiento ecológico y la
integración de la ecología en el marxismo se deben percibir como un paso
adelante en la historia para aquellos preocupados por el ambiente y la
desigualdad social.
Referencias
Bellamy-Foster, J., “Warum ist der Kapitalismus ein System nicht nachhaltiger
Entwicklungist”. En:Sozialistische Zeitung 3 (2010).
Brand / Görg, “¿Globalización
sostenible? Desarrollo sostenible como pegamento para el montón de cristales
trizados del neoliberalismo”. En: Ambiente & Sociedade 5/2 (2003).
Brindtland, J. H., “Report of the World Commission on Environment and Development: Our
Common Future. A/42/427”. World Commission on Environment and Development:
Ginebra, 1987.
Burkett, P., Marx and nature: a red and green
perspective. St. Martin’s Press: Nueva York, 1999.
Clarck / Foster, “Marx’s ecology in the 21st century” En: World
Review of Political Economy 1/1 (2010).
Easton / Guddat, Writings of the Young Marx
on Philosophy and Society. Hackett: Indianapolis, 1997.
Leff, E., Saber ambiental: sustentabilidad,
racionalidad, complejidad, poder. Siglo XXI: México DF, 2007.
Marx, K., Das Kapital. Kritik der politischen
Ökonomie. Dietz Verlag: Berlin, 1985.
– / Engels, Friedrich, Grundrisse der
Kritik der politischen Ökonomie. Dietz: Berlín, 1974.
O’Conor, J., “Capitalism, Nature, Socialism: A
Theoretical Introduction”. En: Capitalism, Nature, Socialism1/1 (1988).
Schoijet, M., “El
futuro del ambiente y de la humanidad”. En: Villegas, R. (ed.) ¿Adónde
va el mundo? Fundación Cultural Tercer Milenio: México, 2002.
Tucker, R. (ed.), The Marx–Engels Reader. Norton:
Nueva York, 1978.
Artículo escrito para Herramienta
Cervantes, Juan. Candidato al doctorado en la cátedra de
Estudios Sociales e Investigaciones Urbanas en la Universidad Bauhaus de
Weimar, Alemania.
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